VOLVER A
LO PRIMARIO
Por Alfonso Pelayo Enríquez
El mundo del arte está en
continuo movimiento. Desde esta época actual, podemos ver cualquier
planteamiento o diseccionarlo en cualquier tendencia. El lenguaje en el que se
expresa, sirve para hacer un trabajo personalizado y generar una idea estética,
visual, con diferentes planteamientos o un conjunto de todos ellos. La máscara
nos quita la expresión deshumanizando el rostro, ocultando las sensaciones y
emociones.
La etnología nos define muy bien
la historia de la máscara como tal: ocultarse y ocultar a la persona para
sentirse libre, para accionar esa libertad, o la provocación o expresar un
retorno a la parte más primaria de la persona, o una búsqueda del interior.
Las diferentes poses con máscara,
volviendo a lo más primitivo, fue un trabajo elaborado desde diferentes
perspectivas: la función visual de la belleza, el color, el impacto, que se ve
y se dirige directamente a la emoción y la parte interna, la vida que se genera
dentro de esa propia máscara y en la sesión de fotos. Ambas personales y
vivibles.
La ornamentación de la piel, la
decoración externa, el aire festivo y llamativo, el engalanamiento que hará que
miren, las referencias a culturas tribales de Oceanía, son parte de un decorado
que expresa color, vida, etc. Luego, tenemos la máscara como pieza cerrada,
como oquedad que genera una sola dirección en la mirada, en la comprensión del
exterior, y que nos obliga a jugar con el equilibrio: La falta sensorial, la
espacialidad delimitada, el aislamiento, son factores que se dan dentro del
mundo de la pieza, como tal.
La sensación de agobio, de pérdida de referentes externos, obligan al modelo a una capacidad equidistante: a impulsar determinados factores para mantener el equilibrio.
PRIMITIVISMO 2004
Pinturas y máscaras son una creación de Roberto Cantos
Estamos
ante una galería constituida por un conjunto de imágenes muy realistas desde el
enfoque creativo. Para mejor comprensión
subjetiva del contenido de esta galería de 17 imágenes, he seleccionado el
mismo número de retratos de los aborígenes australianos: la cultura más antigua
de la tierra, que por cierto se rebela contra su suerte. Una tribu de
habitantes del otro lado del Ayers Rock. Que en los años 90 tuve la ocasión de
conocer en su hábitat.
La
primera gran diferencia entre las impactantes imágenes del PRIMITIVISMO y la reserva
australiana, es de carácter antropológico: el primitivismo versus la civilización.
Otra diferencia es la ocultación del rostro de la representación primitiva y la
puesta en escena absolutamente teatral de la Australia aborigen. Abundando en
las diferencias que Roberto Cantos ha marcado en su ¿performance?, ha
sido la ocultación del rostro de todas las imágenes del ente primitivo. Sin
conocer la intención explícita del artista, se puede deducir que tal decisión
obliga al espectador a practicar una introspección de las emociones. Allí, en
el interior de esa máscara opaca para la visión de su entorno, es donde se
generan las sensaciones, las emociones y los sentimientos. El hombre en su
interior y también en su soledad.
Este
personaje que se manifiesta a través de 17 clones, exhibe los componentes del
hombre primitivo: desnudo, enmascarando su identidad individual, revestido de
atributos para un ritual ancestral, pero interiorizando la sensualidad, la
sexualidad con cierto erotismo ornamental.
Los
diez y siete personajes entablan un diálogo convirtiendo sus cuerpos en un
lenguaje de signos naturales y salvajes. Las emociones que surgen en la
oscuridad de la escafandra. En el centro de la negritud recobra luz y
vida, la vivencia que provoca la danza ritual de la vida:
Que
enerva, yergue y excita la energía motriz que procura el erectus natura.
Máscaras,
tatuajes, pinturas, expresión corporal, colores ocres, sensualidad al otro lado
de los sentidos, sexualidad que provoca más natura, libertad primitiva,
felicidad pretendida y quizás no lograda.
No
obstante, ya en el campo de la especulación personal observo un paralelismo
entre la representación del personaje ancestral de PRIMITIVISMO y un hombre de
la actualidad. Y es la incomunicación. Ambos individuos, el salvaje
y el civilizado, están sumidos cada cual en su escafandra.
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