LAS CALLES
Bárbara Taracena
La fotografía digital ha supuesto una ruptura radical con la fotografía clásica o analógica. Este espacio tiene la vocación de prestar atención a la forma de hacer retratos, documentalismo y fotografía creativa, mayoritariamente en gama de grises, es decir en blanco y negro. Todas las copias obtenidas en laboratorio químico han sido digitalizadas para poder ser mostradas en este Blog.
Fotografiar el aire
Pedro Taracena Gil
Ensayista y curador de fotografía
En esta exposición se muestran dos colecciones, “Amanecer el alba” y “Great Nature”, ambas manifiestan un enfoque personal sobre la ciudad en la que vive JAM Montoya y del entorno que le rodea.
Son imágenes que hablan sobre la memoria, de la quietud y el silencio, que transmiten una sensación de soledad aceptada y en cierto modo festejada si consideramos la belleza serena, sin acritud, que comunican sus fotografías. Son sensaciones más que realidades, atmosferas intuitivas, marcadores de efemérides que generan sentimientos o los suplantan, reemplazando recuerdos de otros tiempos que adquieren propiedades hipnóticas al menor descuido. Imágenes muy bellas que suministran una evidencia de nostalgia y cuya capacidad de evocación recubre lo cotidiano de un aura poética.
Para la creación de estas fotografías el autor se rodea de soledad y silencio, un escenario que favorece la contemplación acentuando su relación mística con la naturaleza. Así produce una transformación del motivo fotografiado en un escenario simbólico que expresa su relación con la majestuosa cotidianidad que él percibe, y que le permite hacer visible lo invisible, utilizando un lenguaje metafórico donde se transparenta el universo íntimo del autor y su espiritualidad.
Hay en este trabajo de Montoya una mirada persistente hacia la periferia de su entorno, una mirada extasiada que descubre elementos fascinantes en los escenarios más banales. Sus imágenes emergen en voz baja de un silencio contemplativo ascético. No hay mención al tiempo, ni personas, pero esta ausencia convierte las escenas fotografiadas en mutaciones visibles de recuerdos. Caminos ya transitados o evocaciones de instantes, de experiencias vividas o fantaseadas, representadas a través de incógnitas y misterio. El proceso de elaboración de sus imágenes es el resultado de un profundo conocimiento del lenguaje fotográfico, gamas de gran exquisitez tonal propias del virtuoso que es, y su personal estética, inconfundible, sintetizando con toda claridad el concepto y la grafía que siempre ha caracterizado su forma de entender la fotografía.
Montoya se ha desprendido, una vez más, de esa vocación descriptiva o mimética tan al uso, para ilustrar con una sencillez aparente los estratos más íntimos de sus emociones. Su fotografía es un sutil ejercicio de introspección constante, fluido y misterioso, de una fuerza expresiva inusual en abierta sintonía con el carácter ingobernable de sus sentimientos, todos le conocemos y sabemos de su apasionamiento. Se sirve de un medio tan preciso como la fotografía para realizar un bucle semántico y ponerla al servicio de la representación de lo intangible. Sus imágenes son, en realidad, la estructura invisible desde la que construye otros universos. Porque al final todas sus fotografías hablan de él, estas y las otras, le describen metafóricamente y, paralelamente, nos permiten recuperar esos fragmentos de nuestros propios recuerdos que la jerarquía de la memoria ha desplazado a un lugar apartado donde las palabras pierden su significado.
En “Great Nature”, concede al árbol, símbolo por excelencia de lo antiguo, de lo inmóvil, de lo que permanece ahí durante años, un protagonismo que combina sabiamente con la fascinación por lo efímero, por aquellas modificaciones casi imperceptibles y destinadas a desvanecerse, los reflejos del agua, las sombras móviles que producen las luces en los distintos momentos del día, la búsqueda incansable de sus cielos rafagueados, en definitiva, la naturaleza se convierte para Montoya en una expresión de su espiritualidad, de su mística, que nos induce a la introspección y a la grandeza que percibe en lo más prosaico para convertirlo en un acontecimiento extraordinario. Creo que de esto debe tratar el arte. Lo majestuoso de sus paisajes, su brillante oscuridad que, en su contemplación, hace que se conviertan para el espectador en verdaderas sublimaciones poéticas, donde queda clara su percepción y espiritualidad.
10 Madrid, octubre de 2022