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Rebuscando en el archivo
A través de su dilatada vida entregada al universo apasiónate de la
fotografía, ha sabido ser un creativo asumiendo la evolución de la tecnología
de la imagen. Desde el bromuro de plata al soporte digital. Pero sin lugar a dudas,
el genuino fotógrafo amateur se forja como documentalista en blanco y negro;
dominando todo el proceso del logro de la imagen. Desde la concepción de la
fotografía en su imaginación creativa, hasta la obtención de la copia en su
laboratorio químico. De esta manera se hicieron así mismos los fotógrafos de La
Escuela de Madrid. De la cual fue parte integrante en el seno de la Real
Sociedad Fotográfica de Madrid. Su brillante carrera como empresario
profesional de la imagen, quizás, haya eclipsado los años de su época cuando,
integrado en La Colmena, grupo creado por Carlos Miguel Martínez, salía en
compañía de Vicente Nieto, Sigfrido de Guzmán, Carlos Hernández Corcho, Donato
de Blas, Rafael Sanz Lobato y Evaristo Martínez Botella, a pueblos y comarcas en
un radio de cien kilómetros alrededor de Madrid. Estas excursiones se
convirtieron en auténticos safaris fotográficos. En sus cámaras se trajeron la
España visible y oculta. Más la oficiosa que la oficial. Tomaron parte de la
generación de fotógrafos que rompieron con el pictorialismo y se adentraron en el neorrealismo. Abandonaron los estudios instalados en la ciudad y
fueron en busca de lo pobre, aquello menos estético, pero más cercano a la
España real. En aquellos años 50, 60 y parte de la década de los 70, a veces
los vigilantes de la cultura imperante, no se lo pusieron nada fácil. No está
exento de dificultades etiquetar con un solo epíteto, el perfil de un fotógrafo
de esta generación. Que sin intención alguna, logró dejar en imágenes la España
que oficialmente nos negaron. Con la obra de estos amateurs (amantes de la
fotografía) la semilla del Neorrealismo Hispano estaba esparcida.
Serapio Carreño dominó el documentalismo y se adentró en el mundo del
fotoperiodismo; trabajando para revistas prestigiosas y cubriendo eventos donde
eran protagonistas personajes de todo el espectro español, sin renunciar a
cubrir acontecimientos de otros países. El Vaticano acogió de forma muy
especial su presencia, con motivo de la muerte y funerales del papa Pablo VI.
No se sabe qué le motivo que se subiera a un andamio en plena nave central de
la basílica de San Pedro, cuando Su Santidad yacía córpore in sepulto. Aunque es fácil de adivinar que la arriesgada
decisión fuera motivada por su arraigo documentalista de los años de La
Colmena. Pero su profesionalidad a la hora de captar secuencias históricas, en
verdad fue quien le puso alas para subirse a las alturas de la cátedra de San
Pedro. Con trípode, teleobjetivo, serenidad y paciencia. Y así captar unos
primeros planos del rostro del pontífice en su pleno rigor mortis. Se tomó el
tiempo suficiente hasta que la Guardia Suiza, le hizo bajar de las alturas y
acompañarle a las cárceles del Vaticano. Cuando la guardia pontificia investigó
sus verdaderas intenciones, le pusieron en libertad y respetaron su material
fotográfico. Ahora se jacta y con satisfacción de haberse traído el rictus
papal más dramático y al mismo tiempo único.
Sus diplomas, títulos y premios siembran su vida consagrada a la
fotografía; aceptando los retos del progreso y de su permanente actualización.
Es un fotógrafo clásico y actual. Analógico y digital. Ha hecho compatible y
dialogante lo artesano con las nuevas tecnologías. Es un fotógrafo joven e
innovador que tiene la experiencia de dos siglos.
Pedro Taracena Gil
Fotógrafo amateur
EXPOSICIÓN